Científicos descubren restos de una tormenta del siglo XIX en Saturno
Se cree que las tormentas gigantes en Saturno duran un par de décadas. Sin embargo, nuevas observaciones ayudan a revelar rastros las mismas que se remontan mucho más atrás en el tiempo, hasta un huracán que se observó ya en la década de 1870, considerada la mayor tormenta del sistema solar.
No está claro cómo se producen exactamente las tormentas en Saturno, pero según estudio publicado en la revista Science Advances, ocurren cada 20/30 años. Su atmósfera está formada, principalmente, por hidrógeno y helio, con algo de metano, vapor de agua y amoníaco. Con los movimientos de estas «impurezas» a diferentes altitudes, los científicos observan la aparición, el desarrollo y el debilitamiento de los huracanes.
El hecho es que durante una tormenta, el amoníaco «llueve» a gran profundidad. Pero si en nuestro planeta la humedad puede acumularse en depósitos, en Saturno, privado de una superficie sólida, el amoníaco forma zonas de mayor concentración. A partir de ahí, puede evaporarse a medida que asciende. Así, las tormentas forman zonas de distribución anómala de amoníaco. A altitudes medias, justo por debajo de las nubes de amoníaco, su concentración desciende, y un par de cientos de kilómetros más abajo, vuelve a aumentar.
Al usar el conjunto de radiotelescopios VLA, la profesora Imke de Pater y sus colegas, estudiaron dicha «anomalía de amoníaco» de la tormenta de 2010. Sin embargo, además de ella, los científicos observaron rastros similares asociados a todas las tormentas anteriores, que se han observado en Saturno desde 1876. Otra «anomalía de amoníaco» podría estar relacionada con una tormenta de edad aún más avanzada, aunque los autores del trabajo no están seguros.
Los huracanes de Saturno pueden durar más de un siglo. Esto pone aún más de relieve la marcada diferencia que existe entre él y su vecino Júpiter. A pesar de sus similitudes en tamaño, composición química y posición orbital, el clima y la dinámica atmosférica de los dos gigantes gaseosos difieren drásticamente. Aún no está claro de dónde procede esta diferencia, pero es probable que el desigual comportamiento de las tormentas proporcione la respuesta.
Fuente: Sputnik
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