Transcurre otra semana sin que EE.UU. responda a la solicitud de Venezuela para repatriar connacionales y estadounidenses en vuelos humanitarios

El canciller de la República Bolivariana de Venezuela, Jorge Arreaza, sostuvo este viernes que se cumple otra semana sin que el país reciba respuesta por parte del Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) sobre la oferta de repatriar venezolanos y estadounidenses en vuelos humanitarios directos.

A través de su cuenta en Twitter @jaarreaza citó un mensaje publicado el pasado 20 de agosto por esta misma red social, en el que informa que mediante una nota diplomática de la misión de Venezuela en la Organización de Naciones Unidas (ONU), dirigida a la misión de Estados Unidos, se ratifica la oferta gratuita de repatriar a los compatriotas venezolanos en Estados Unidos y también trasladar a los ciudadanos estadounidenses que se encuentran en Venezuela.

El vuelo humanitario sería ejecutado por el Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos (Conviasa), bajo los más rigurosos protocolos sanitarios.

El Diplomático venezolano recordó que esta es una propuesta hecha por el Ejecutivo Nacional hace meses, la cual ha sido ignorada por la administración de Donald Trump.

Confesión

En otro orden de ideas, Arreaza publicó en esta misma red social que el asesor y experto en sanciones del Gobierno de EE.UU, Richard Nephew, «reconoce que el objetivo de las sanciones es causar dolor al pueblo y que negarlo es solo parte de una campaña política para mentir».

Este mensaje está acompañado de un texto sobre el Arte de las sanciones, de Richard Nephew que dice: «… si se reduce intencionalmente la capacidad de un país a obtener divisas mediante las exportaciones, casi por definición se generará al menos alguna presión sobre las importaciones, incluidas la de los alimentos y medicinas. Claro está, un sancionador siempre puede alegar que es responsabilidad del país sancionado manejar sus importaciones e incluso evitar toda la confrontación. Esto no significa sin embargo que las sanciones no sean dolorosas entre otros para los ciudadanos de a pie, o que el sancionador es inocente de haber creado cualquier crisis resultante. Lo irónico de todo esto es que las sanciones persiguen, en última instancia, provocar dolor y cambiar una política: negar parte de ese dolor puede ser bueno para una campaña de relaciones públicas sobre el programa de sanciones, pero también debilita la afirmación de que las sanciones funciona…».

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