La gente aprende a convivir con el fuego en España
Noches asfixiantes en zonas donde nunca lo habían sido, vientos extremadamente cálidos, intenso olor a humo, tensión en el ambiente mientras los vecinos tratan de organizarse para evitar que el fuego devore sus hogares. En el mejor de los casos, los bomberos ya están por la zona y se oyen aviones anfibios y helicópteros sobrevolando. Esta escena se está repitiendo en multitud de municipios este verano: la gente está aprendiendo a convivir con el fuego. Varias instituciones científicas hacen un llamamiento para la urgente gestión de los bosques en España.
Los datos de la superficie quemada ya otorgan a 2022 el triste récord de ser el año en el que más hectáreas de bosque se han quemado en los últimos 30 años en España. El 31 de julio superamos las 200 mil hectáreas, una extensión mayor que la provincia de Guipúzcoa. Esta pérdida de masa forestal supone un aumento directo de las emisiones de CO₂, ya que el fuego libera el carbono almacenado en plantas y suelos, perder biodiversidad y los servicios ecosistémicos de los que nos provee el bosque que van desde la obtención de madera o setas hasta la recuperación del agua y el suelo o la obtención de aire para respirar.
Eso sin contar lo más importante, los dramas personales que incluyen la muerte de personas y los daños materiales, además de la pérdida de esperanza de quienes viven en las zonas rurales y llevan décadas, advirtiendo de lo que iba a pasar, la población de la España que han vaciado muchos años de políticas enfocadas en lo urbano.
Hay que adaptarse a la presencia del fuego y anticiparse a sus efectos devastadores, con dos líneas de trabajo paralelas: la recuperación de la población rural y una buena gestión forestal
Científicos españoles lo explican en esta tribuna 👇 https://t.co/gmyd6zJnad— Agencia Sinc (@agencia_sinc) August 8, 2022
No es momento ahora de decir “esto se venía venir” y exponer lo que se debería haber hecho, sino de remangarse y ponerse a trabajar en la gestión de los hábitats primando el conocimiento. Basar las decisiones de gestión en evidencias científicas, hacer un enfoque integrado, que atienda a la multifuncionalidad de los ecosistemas y a todos los factores de los que depende.
Hay que priorizar las medidas poniendo el foco en lo más básico: Prevención, prevención y prevención. Un mantra que, por más que lo repiten las personas que viven en entornos rurales y las que se dedican a la ingeniería forestal, la biología de la conservación o el estudio de los ecosistemas, los gestores de todo el espectro político olvidan en un cajón cuando llegan las primeras lluvias y, para ahorrar, deciden que la inversión para evitar incendios se pondrá en marcha en mayo, cuando se acerque el calor.
Error. Quienes viven pegados al monte saben que la labor de un operativo antiincendios va mucho más allá de apagar las llamas.
Las soluciones sostenibles a la mayoría de los problemas ambientales giran en torno a la coexistencia con el fuego, es decir, adaptarnos a su presencia, anticipándonos a sus efectos más devastadores, minimizando el riesgo y vulnerabilidad de los sistemas forestales. Para lograr esto hay dos líneas que se deberían trabajar paralelamente: la recuperación de la población y los trabajos del campo en las zonas donde la demografía se ha desplomado y la gestión forestal de las áreas naturales.
Tierra sin gente
Los ecosistemas europeos son fruto de la interacción humana desde hace miles de años. No existen bosques que mantengan las estructuras anteriores a la aparición del ser humano. Nuestra presencia ha generado los actuales paisajes culturales donde las especies que los habitan han evolucionado y a los que se han adaptado. No se puede abordar la restauración de ecosistemas como si el ser humano no existiera u obviando que debemos convivir con el resto de especies.
De hecho, uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el medio ambiente en Europa es el abandono de las zonas rurales y la sustitución de las explotaciones familiares, PYMES, que son las que realmente crean empleo y tejido social en España, en favor de las de producción agroalimentaria intensiva que daña los hábitats que nos rodean y dan empleo a menos personas.
VTV/CC/EMPG
Fuente: SINC