Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el incansable defensor del pueblo y la Paz

“Con un mensaje cristiano de esperanza y perseverancia, monseñor Óscar Arnulfo Romero, condenó la violencia y la injusticia, y se manifestó a favor de las causas del Pueblo humilde, su nobleza será siempre una gran inspiración en medio de nuestra lucha por la Paz”.

Así lo señaló el presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, en su cuenta oficial de la red social Twitter, este viernes.

Es importante señalar que un día como hoy, 24 de marzo, fue asesinado en 1980, el entonces arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, mientras oficiaba una misa.

El padre Óscar Arnulfo Romero, santificado en octubre de 2018 por el papa Francisco, nació en El Salvador el 15 de agosto 1917, en la Ciudad Barrios, departamento de San Miguel. Su familia, de origen humilde y modesta, estaba constituida por su padre, Santos, su madre, Guadalupe, y sus siete hermanos.

Monseñor Romero se caracterizó por ser un siempre incansable luchador de los derechos humanos. Abrió las puertas de la Iglesia a los campesinos desplazados, y condenó la represión del Ejército durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992). A lo largo de su vida se encargó de denunciar la violencia militar, razón por la que fue asesinado.

Vivió en el colegio Pío Latinoamericano (casa que alberga a estudiantes de Latinoamérica), hasta 1942, luego de haber sido ordenado sacerdote en abril de ese año, con tan solo 24 años de edad.

En 1943, San Romero comenzó a ejercer como párroco de la ciudad de Anamorós, en La Unión; más adelante, fue enviado a la ciudad de San Miguel, donde sirvió como párroco en la Catedral de Nuestra Señora de La Paz y como secretario del Obispo diocesano, monseñor Miguel Ángel Machado.

Posteriormente, fue nombrado secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador, en 1968. El 21 de abril de 1970, el papa Pablo VI lo designó Obispo Auxiliar de San Salvador, recibiendo la consagración episcopal el 21 de junio de 1970.

«El Gobierno no debe tomar al sacerdote que se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando este está cumpliendo su misión en la política de bien común», dijo Romero en 1977, durante una entrevista a un periódico local.

Los primeros conflictos del santo de América surgieron a raíz de su oposición a los sectores económicos del país, sector que junto a la estructura gubernamental salvadoreña, alimentaba la escalada de violencia institucional.

A raíz de sus reiteradas denuncias, comenzó ser objeto de una campaña de descrédito contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma. A través de la prensa escrita era insultado y calumniado. 

El domingo 23 de marzo de 1980, San Romero pronunció su última homilía, la que fue considerada como una sentencia de muerte, debido a la fuerte denuncia que realizó: “En nombre de Dios y de este pueblo sufrido… les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”, urgió.

Murió a manos de un francotirador que formaba parte de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, financiados por la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA). 

VTV/CC/LL