De la Patagonia al espacio: así es la mayor fábrica de satélites de Sudamérica
Al pie de la cordillera de los Andes, en la Patagonia, científicos e ingenieros argentinos diseñan, fabrican, integran y testean la próxima generación de instrumentos de teleobservación que, desde su órbita, monitorearán los cultivos, mares, costas y emergencias ambientales de la región.
Se consolida una nueva era espacial en América Latina impulsada por el deseo de su independencia tecnológica.
Los satélites son más que cables, paneles solares y miles de piezas. Son también el fruto de un trabajo colectivo y un vehículo para conseguir la independencia tecnológica, como muestran estos desarrollados en Argentina
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— SINC (@agencia_sinc) October 27, 2022
La ciudad de San Carlos de Bariloche es conocida por numerosas facetas: ser un polo de atracción turística en Argentina, sus numerosas chocolaterías, sus concurridas pistas de esquí, destino de miles de estudiantes cada final de curso, escenario de un fallido proyecto científico para desarrollar en los años 50 la fusión nuclear controlada y, por si fuera poco, haber refugiado a criminales de guerra nazis.
Aquí, sin embargo, las verdaderas estrellas son los satélites: sus maquetas a escala adornan los pasillos, donde se los exhibe como trofeos deportivos, testimonios de antiguas conquistas y gestas “cuando comenzamos no nos imaginábamos que hoy íbamos a estar haciendo satélites; pero acá seguimos somos la única empresa argentina calificada por la NASA para llevar a cabo proyectos espaciales”, reconoce a SINC el físico Vicente Campenni.
En estrecha colaboración con la agencia espacial argentina, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), y un creciente ecosistema de start-ups y universidades, ya llevan diseñados, construidos y puestos en órbita ocho satélites. Y en estos momentos, están en plena gestación de otros tres.
La familia satelital argentina
Como toda compañía científico-tecnológica, INVAP también cuenta con su propio mito sobre su origen. En su gran fábrica, ubicada a orillas del Lago Nahuel Huapí, se cuenta que todo comenzó en 1976, cuando un grupo de jóvenes investigadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica, inspirados en el éxito de Silicon Valley en EE. UU., fundaron esta empresa para desarrollar aplicaciones científicas.
Después de décadas de centrarse en el ámbito de la energía nuclear –y lograr vender reactores a naciones como Argelia o Australia, todo un hito para un país latinoamericano–, la compañía ingresó en el negocio espacial en los años 90, cuando la por entonces flamante CONAE le encargó la construcción de una serie de pequeños satélites de aplicaciones científicas (SAC).
VTV/CC/EMPG
Fuente: SINC