Estos son los peligros del plástico en la lluvia

A principios de enero del año 2021, una enorme borrasca de nombre Filomena dejó las mayores tormentas de nieve que España había vivido en el último medio siglo. Y además de una meteorología realmente inhóspita, el temporal trajo también un nuevo tipo de negacionismo. Mientras las calles se anegaban de nieve, las redes sociales se fueron anegando de gente que recogía bolas de nieve y las quemaba empleando cerillas, mecheros o sopletes de cocina.

Se sorprendían de que no gotease agua, de que la zona donde la llama había tocado la nieve quedase ennegrecida, y de un olor a quemado. Las mal llamadas «teorías de la conspiración» no tardaron en expandir su mensaje por las redes: «La nieve es de plástico».

Por supuesto, la nieve no está hecha de plástico. Pero dejando al lado el absurdo de este planteamiento, lo que sí es cierto es que hay plástico en la nieve, pero en partículas tan pequeñas y en cantidades tan reducidas que sería muy difícil de encontrar en una sola bola de nieve.

Pero los microplásticos están ahí. En la atmósfera, en el suelo y en el mar, esperando a que una precipitación en forma de lluvia o nieve arrastre esas partículas y las deposite.

¿Qué es un microplástico?

Los microplásticos son fragmentos diminutos de plásticos no biodegradables. En general, proceden de piezas de plástico más grandes, que los seres vivos no consiguen degradar y metabolizar de ningún modo, y debido a la erosión, acaban rompiéndose en fragmentos cada vez más pequeños. Se consideran microplásticos todos los fragmentos que miden menos de 5milímetros, y pueden llegar a alcanzar hasta de 10micras (diez milésimas de milímetro).

Entre esos microplásticos hay de todo: poliamidas, policarbonatos, poliésteres, poliestirenos, polietilenos, polipropilenos, polivinilos, y más sustancias que empiezan (o no) por “poli”.

Desde que comenzamos a desechar plásticos, se han ido acumulando, fragmentando, disgregando y dispersando por todos los lugares imaginables, hasta convertirse en algo ubicuo. Los hay en el suelo, en los ríos, en los mares, en los glaciares, flotando en la atmósfera… los hemos encontrado en el interior de los tejidos de las plantas, e incluso en nuestra sangre.

¿Qué hacen los microplásticos en la lluvia o nieve?

Si los microplásticos se encuentran en tierra y en agua, solo hace falta un poco de viento para que terminen suspendidos en la atmósfera. De hecho, la atmósfera es el factor más importante en el transporte de microplásticos a larga distancia, por delante de las corrientes oceánicas.

En varias ciudades las concentraciones de partículas de microplásticos alcanzan niveles alarmantes. Únicamente los plásticos que precipitan en seco —no arrastrados por agua o nieve— llegan a superar las 500 partículas diarias por metro cuadrado en Hamburgo. Sin embargo, en las regiones polares la concentración es muy inferior.

Cuando se trata de precipitaciones en forma de lluvia o nieve, la cantidad de microplásticos que precipitan se relaciona de forma directa con la que hay en la atmósfera. En algunos lugares de Bavaria, Alemania, se han llegado a contabilizar hasta 145000 partículas de plástico por litro de precipitación, aunque la media europea se sitúa en unas 24 600 partículas por litro. Lamentablemente, no existen datos específicos para España, al menos, de momento.

¿Qué daño puede hacer?

De los microplásticos presentes en la atmósfera, una persona puede llegar a consumir más de 1000 partículas de microplásticos al año, y más de 3 000 si es un niño. Sin contar con los que entran en nuestro organismo a través de la comida o con algunos cosméticos.

Sabemos que esas partículas pueden llegar a la sangre —a través del sistema digestivo, de contacto por mucosas, o de los pulmones—. La placenta humana es permeable a determinados tipos de microplásticos, y se ha observado bioacumulación en hígado, riñones e intestino.

En farmacia se emplean ciertos transportadores poliméricos para que determinados fármacos logren atravesar la barrera hematoencefálica —y pasen de la sangre al sistema nervioso—. Si esas partículas de microplásticos, administradas de forma controlada, pueden hacerlo, nada invita a pensar que otras de naturaleza similar, pero obtenidas del ambiente, también sean capaces de hacerlo.

El efecto del consumo de microplásticos sobre la salud humana aún no está muy estudiado, pero en general, los resultados esperables no son esperanzadores. Hay tres formas en las que podrían generar impactos negativos.

Por un lado, los daños físicos; las partículas podrían erosionar los tejidos vivos, y las más diminutas, atravesar las membranas celulares y generar daños en el interior de la célula. Se han observado efectos relacionados con el estrés oxidativo, daño celular e inflamaciones asociadas a la presencia de microplásticos.

Por otro lado, existe la posibilidad de la toxicidad química. Las partículas pueden generar efectos de disrupción en el sistema endocrino, ya sea por el mismo plástico, o por sustancias adsorbidas previamente y liberadas después en el cuerpo humano.

VTV/CC/ADN

Fuente: Muy Interesante