Renacer del café venezolano: Un sueño sembrado por sus caficultores

El amanecer en las montañas de Boconó, del estado Trujillo, es distinto a cualquier otro, la neblina se posa sobre los cafetales como un velo de misterio, mientras los primeros rayos del sol anuncian el inicio de la jornada. En la hacienda La Victoria, Víctor Zambrano recorre sus tierras con la seguridad de quien ha dedicado toda su vida al café. Su andar pausado y su mirada atenta reflejan años de experiencia, de cosechas buenas y malas, de fe inquebrantable en la tierra. Pero esta historia no la cuenta solo él. Junto a su hijo, Víctor José Montilla, el legado de la caficultura venezolana retoma un nuevo rumbo.

Reportaje del caficultor

Zambrano, con la sabiduría de un caficultor curtido por los años, ha enseñado a su hijo que el secreto no está únicamente en la cosecha, sino en el respeto por el grano, en el equilibrio entre tradición e innovación. Montilla lo entendió temprano; en el año 2015 decidió impulsar un negocio familiar con una visión que iba más allá de la comercialización y quería devolverle al café venezolano su identidad. “La calidad no empieza en la taza, sino en la tierra”, afirma con convicción.

Su apuesta por procesos especializados rindió frutos en 2023, cuando su grano Monteclaro alcanzó récord mundial de 90.11 puntos en el Encuentro Internacional de Café de Especialidad Venezolano (Eicev) y superó al afamado café Geisha de Panamá.

Este giro hacia métodos innovadores ha captado la atención de expertos internacionales, como Heli Santiago Castaño, tercer mejor catador del mundo y representante de Colombia, que formó parte de los jurados internacionales del Eicev, y observó con interés el cambio en Venezuela. “El avance desde 2022 hasta este 2024 es impresionante. Se pasó de sabores cerealosos a tazas afrutadas y vinosas gracias a una recolección más selectiva y un control riguroso de los procesos”, expresó. La región andina es un referente en la nueva escena cafetera.

Café foto esta

Las cifras confirman el renacer. La producción nacional pasó de 3.6 millones de quintales en 2022 a una proyección de 4.7 millones en 2024, en parte gracias a los caficultores que han apostado por certificaciones de calidad y diferenciación mediante la Indicación Geográfica Protegida (IGP), ya reconocida para el café de Boconó y Mérida.

Este crecimiento fue reafirmado por la vicepresidenta de la República Bolivariana  Venezuela, Delcy Rodríguez, quien durante la inauguración del segundo encuentro de Eicev en 2023 declaró: “Desde el año 2020, hemos visto un incremento en la producción de quintales de café. Este año esperamos crecer entre un 15 % y un 20 %».

Sin embargo, más allá de los números, el renacimiento del café venezolano está en las manos de quienes han trabajado la tierra sin descanso. Actualmente, más de 470 marcas han surgido en los últimos años, muchas de ellas impulsadas por cooperativas y pequeños productores que apuestan por sus cafetales. La caficultura no es solo un negocio, es identidad, historia y tradición venezolana.

Y en esa tradición se encuentra la realidad de los caficultores que han sostenido esta industria con su esfuerzo. ¿Sabes qué café se toma el caficultor venezolano?

El café se describe a través de su proceso de selección, que va de la cosecha hasta el empacado, y son los caficultores quienes inician ese proceso, desde que toman la cereza.

El producto que queda después de la selección, como la pasilla, son granos con defectos, llamados quaker, el  80 % o más es la taza de café  que toma un caficultor. En los Andes, desde niños, los acostumbraron a seleccionar, donde dejan el «grano bueno» pa’ la venta y el «malo» pa’ la casa. El caficultor de los años 60 o 70 consumían quizá los peores sabores del grano; la mayoría no sabía de puntuación, ni taza de la excelencia, mucho menos de sacar las propiedades a través de la prensa francesa o los aceites que se quedan en el filtro del aeropress.

Cafe Pero más allá de los estándares de calidad internacional, el caficultor solo sabe que sus mañanas arrancan con el olor a café, que la primera taza a veces será el mejor sabor del día. Así lo expresa el caficultor Hermeregildo Valladares, quien ha vivido toda la vida en las haciendas de café. A sus 92 años de edad, su primer sorbo le recuerda a su esposa, y el último le hace el llamado a empezar la faena del día. 

Porque el renacimiento del café venezolano no solo está en los premios, en las certificaciones ni en los mercados internacionales. Está también en la esencia de quienes lo cultivan, en el aroma del inicio de cada jornada, en el vínculo profundo entre el caficultor y su tierra.

Al caer la tarde en La Victoria, Zambrano y Montilla se sientan en el porche de la hacienda, donde comparten una taza de su mejor cosecha. A su alrededor, los trabajadores comentan sobre los planes de la próxima recolección. “Cada taza que se sirve  ahora en  Caracas, París o Tokio comienza aquí, en la tierra, con nuestras manos”, dice Zambrano con orgullo. Su hijo asiente.

Ambos, desde su propia trinchera, escriben una nueva página en la historia del café venezolano. Un renacimiento que no se mide solo en premios o cifras, sino en el esfuerzo constante de quienes siembran con la certeza de que Venezuela tiene el mejor café del mundo. 

VTV/LM/DB/